Mi primera serie y exposición en Bolonia, Italia, marcó el inicio de una búsqueda creativa que aún continúa.
Trabajando únicamente con papel, desarrollé composiciones tridimensionales basadas en el origami, en diálogo con la geometría, los arquetipos y el simbolismo de las formas puras.
El papel, material noble y honesto, no admite correcciones: responde con exactitud a cada pliegue, revelando tanto la precisión como la vulnerabilidad del gesto.
En ese equilibrio entre delicadeza y exigencia encontré un lenguaje meditativo, donde cada doblez se convertía en idea, cada estructura en símbolo.
El resultado fue un cuerpo de trabajo donde lo geométrico se tornó emocional y lo técnico profundamente poético: el inicio de un camino para decir mucho con lo mínimo.