En este proyecto editorial, la artista Irepelusa se convierte en musa y ninfa contemporánea, habitando un universo creado para ella: un jardín íntimo y ensoñado que nace entre lo humano y lo divino. La dirección de arte, el set floral y la fotografía se funden en un mismo gesto creativo para dar vida a una narrativa visual cargada de fuerza simbólica y sensibilidad estética.

Inspirada en la pintura impresionista y en la naturaleza como lenguaje sagrado, la propuesta convierte a Irene en una figura etérea: una especie de ser divino de trenzas al cielo, raíz infinita que la conecta con su música y el universo. Cada elemento del escenario funciona como un altar sagrado donde florece la esencia pura de su identidad artística.

Este trabajo es una exploración de lo efímero hecho eterno: su música transformada en imagen, y la imagen convertida en emoción. Un ejercicio de dirección de arte que trasciende el retrato convencional para construir un espacio simbólico en el que lo visual, lo sonoro y lo espiritual conviven.